¿Somos quemados en Chile?

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View of houses in flames during a fire in Valparaiso
foto Radio Universidad de Chile

Por Javier Vergara Petrescu
@vergarapetrescu
¿Sabía Ud. que en el año 1666, la ciudad de Londres, fue arrasada por un voraz incendio dejando al corazón de inglaterra reducido a poco más que escombros y cenizas? Si no lo tenía en sus registros, le cuento que aquel evento es conocido como el Great Fire, y quizás de ese mal recuerdo poco queda más que cuadros que ilustran la debacle y buenas crónicas que enseñan que un incendio como tal no fue un acto gratuito si no más bien producto del descuido humano – precisamente de un panadero que dejó su horno bien cargado a la leña, seguramente mal atendido, provocando un incendio de proporciones épicas.

Hoy, en el año 2015, decir que la ciudad de Londres tiene una de las mejores compañías de bomberos de Inglaterra es un mero dato a la causa, ya que la verdadera lección de ese incendio fue otro más allá que prevenir simplemente el fuego. La verdadera lección fue ejercitar de forma seria y con convicción algo que en Chile nos hace falta hace ya mucho tiempo. Usted sabe hacia donde voy: me refiero a una planificación urbana que nos permita pronosticar y manejar crisis y controlar riesgos. La gran lección de Londres fue reaccionar a la crisis con voluntad de planificar y pensar cómo evitar estas catástrofes una y otra vez, esto es, planificar para crecer.

¡Si lo piensa dos veces, coincidirá conmigo que no es una lección tan complicada de entender, pero pucha que resulta difícil de aplicarla – sobre todo en Chile! Si resumimos los últimos 2 meses de verano en Chile, el saldo de incendios en áreas de bosque y periferias urbanas es desolador. Miles de hectáreas consumidas por meses de sequías, negligencia humana y mala planificación. Seamos honestos. Esto no es mala suerte, es mala planificación. Los meses de sequía no llegaron de un día para otro. Del cambio climático hemos venido escuchando hace años, pero parece que resulta más cómodo estar atentos a la próxima final de la Champion League y del piscinazo de la Jhendelyn en el festival de los festivales. Con esto no estoy diciendo que nos golpeemos en el pecho tres veces sintiéndonos culpables de lo que como sociedad urbana estamos cosechado, si no más bien, que seamos más conscientes de los problemas que están frente a nuestros ojos – nuestras ciudades – y reaccionemos como planificadores y ciudadanos que somos.

Micro basurales y vertederos ilegales en las quebradas de ciudades, mayormente de residuos sólidos, han sido identificados repetidas veces como generadores de incendios debido a la alta presencia de material combustible, quema de neumáticos, entre otras maravillas de la expansión urbana descontrolada. No solo en Valparaíso, sino en ciudades como Santiago, Antofagasta y muchas otras que lideran las cifras de aglomeraciones urbanas es posible ver los mismos problemas, y pocas veces buenas prácticas. Créame, no sólo hay que ser arquitecto urbanista para planificar, ya que la ciudad la hacemos todos. Si no me cree, le termino de contar la historia de Londres: luego de su incendio, y pese a contar con un hermoso plan urbano bien diseñado, éste no logró ser construido tal cual lo pensaron sus urbanistas. De aquel diseño barroco, sólo se concretaron una serie de edificios emblemáticos, pero quien de verdad terminó diseñando y construyendo la ciudad de forma resiliente fueron sus propios habitantes a punta de una buena guía de regulaciones y directrices, pero en suma, fueron las personas informadas que impulsaron cambios en sus edificaciones, en su forma de convivir, en el respeto y la atención a los problemas comunes. ¿Le soplo un atajo para poder llegar a esto sin demorarnos 500 años? Construir capital social ahora.

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